Este verano el Doctor Nopo me recetó una buena dosis de vitaminas analógicas, para lo cual me prestó una bonita cámara de medio formato fabricada en alguna ex-república soviética y de extraña marca que ya no recuerdo. Era la primera vez que utilizaba una cámara con visor a la altura de la cintura y, vaya, la cosa tiene su miga.

Por supuesto, absolutamente manual: enfoque a pelo y sin fotómetro. Para medir la exposición utilizaba el fotómetro de una cámara digital (o al menos, para tener una primera lectura). Encuadrar es una locura, para la foto de la iglesia estuve 3 ó 4 minutos hasta conseguir unas líneas más o menos rectas y centradas (y sin tener en cuenta el error de paralelaje entre el visor y el objetivo), por que la imagen del visor se ve reflejada, como en espejo.

Desgraciadamente, por falta de experiencia, de tiempo o por pura inutilidad mía, no supe cambiar el primer carrete, así que tan sólo hice 12 tomas… Más de uno se reirá, pero la cámara era rara de cojones y la cuestión no era cómo cambiar el carrete, si no cómo hacerlo sin perder las fotos que había dentro. Reíros, reíros, pero me llevó lo suyo…!

En fin, 12 fotos de cabras, paisajes de Asturias, de mi novia y algún lugar perdido, pero 12 fotos que disfruté como un enano. Aquí os dejó alguna, esperando repetir pronto, porque la cámara engancha y el medio formato también.