Es poco probable que un libro que se llame Paris Mon Amour llame mi atención a simple vista. Por eso, aunque lo veo desde hace tiempo en librerías de fotografía, nunca le había prestado la más mínima atención. Quizá por mi hambre canina de libros (que normalmente no me puedo permitir) o por puro morbo de quién espera ver fotos ñoñas y manidas en blanco y negro, cuando hoy lo he vuelto a ver, a 9.99 €, he atendido su petición: ¡ábreme, por favor!

La primera fotografía que me encuentro es una anónima de 1890 de la caída de un caballo. Difícil de describir, pero muy interesante… después Kertész, Cartier-Bresson, Brassaï, Atget… ¿me dejo algún clásico? Por supuesto, no podía faltar la consabida sección de besos y cafés parisinos, incluido el de Robert Doisneau, pero pronto terminan y la lista continua: Bernard Plossu, Lartigue, Boubat, Koudelka…

Hacerse con una pequeña muestra fotográfica de los clásicos por 10 euretes siempre es un alegrón, es un buen libro que recomiendo, a pesar de que la editorial no haya resistido la tentación de ponerle un título tan recurrente. Y no es que tenga nada contra el romanticismo, sino cómo se explica que esta mañana le haya mandado un ramo de flores a mi novia para celebrar que es viernes (aunque se las haya enviado en foto y por facebook).